Siempre he envidiado a las personas sinceras. Cuando hay algo que me gustaría decir a otro u otros y no me siento capaz, después me siento fatal conmigo misma porque siento que he perdido mi libertad, y me siento encadenada a una especie de mentira. Cuando me callo es porque creo que hablando puedo hacer daño a terceros. Y siempre me mantengo en la duda entre sopesar mi libertad, la libertad del otro y el daño a terceros. Y ante la duda, prefiero el silencio. ¡Ya me gustaría ver a mi profesor de filosofía de COU ante semejante lucha dialéctica! En fin, son los posos que me han dejado el fin de semana...