Hoy E, mi hija pequeña, sacaba todos sus cacharros de un carro y los iba poniendo encima de un banco del parque. Estaba tranquila, centrada en su historia, jugando... Yo disfrutaba contemplándola.
Mientras me calentaba al solecito y la observaba pensaba en lo diferentes que son mis dos hijas, y en lo diferente que me sitúo con cada una de ellas. Siento que B, la mayor, ha dado un cambio muy grande en estos últimos meses ha crecido, y no sólo físicamente, además ha madurado: lo veo sobre todo cuando me expresa sus preocupaciones en torno a mi regreso al mundo laboral. Siento que E, me reta cada día en esto de ser aprendiz de mamá y es que, por un lado me llena el corazón de amor, y por otro lado, me hace perder los nervios.
Me gustaría guardar momentos (como el del parque que comentaba al inicio) en una caja y desempolvarlos de vez en cuando, porque siento que se me escapan y no los recuperaré. Están las fotos, está el blog, está el cuaderno donde escribo algunas cosas sobre ellas, están los amigos a quienes les cuentas pero... Los momentos mágicos, con las sensaciones y sentimientos que me producen, son frágiles, finitos, frugales y se me escapan. Me queda la alegría de pensar que haremos camino al andar y por ello habrá miles y miles de momentos que sólo estarán esperando a que sepa saborearlos, sentirlos, disfrutarlos...