Cuando mi hija mayor no tenía todavía ni un añito, su padre hizo una foto muy curiosa cuando ella estaba sentada en la arena del parque, a la altura de sus ojos con la intención de conocer un poco qué era lo que ella veía. ¡Madre mía! Los adultos nos convertíamos en auténticos gigantes entonces. ¿Qué pensarían las patatas de la imagen nada más ser recolectadas...? ¡Ja, ja, ja! Bueno, bromas aparte, quiero acabar este día, con un recordatorio hacia mi persona respecto a cómo es importante que baje el "objetivo de mi cámara" más a menudo a la altura de mis hijas para poder ponerme en su piel y no herir sus sentimientos...
Nota: Por cierto, que el auténtico artista de las fotos en esta casa no soy yo, sino el papá.