Llega un momento en el que uno se acostumbra al día a día, a lo de siempre, y sobre todo a recibir críticas o a no recibir nada. Pero en un momento dado el otro viene y se acerca a ti y te susurra con complicidad una palabra dulce, de esas que te ponen los pelos de punta, de esas que te levantan el ánimo durante un buen tiempo. Entonces, uno se da cuenta de que también ha perdido la costumbre de decir palabras dulces, que se ha ido construyendo un caparazoncito alrededor de sí y se ha olvidado de la importancia de hacerlo. Un reto más en mi vida: decir más palabras dulces, que no empalagosas, de las que sobresaltan al otro, de las que entusiasman, de las que suenan a poesía, de las que son especiales y específicas para el otro.
Comparto el reto. Hace tiempo que me propuse decir a los demás las cosas positivas. Y siempre me divierte la reacción, casi siempre de verguenza en el mejor de los casos y de negación vehemente en el peor. Todos estamos acostumbrados a poner el acento en lo negativo, y no está nada mal compensar la balanza...empezando por una misma!! (Dite a ti misma palabras dulces, tan a menudo como puedas...)
ResponderEliminarBesos!!