El jueves pasado en Alcalá de Henares, la ciudad en donde viví hasta que me casé, compramos unas almendras garrapiñadas hechas por las monjas clarisas del convento de San Diego de Alcalá. Estaban muy buenas. Cuando vivía allí nunca se me ocurrió hacerlo. El otro día aprovechando un precioso paseo por el centro, le propuse a mi hija mayor, a B. ir a por almendras. Me apetecía que viera lo de comprar a través de un torno y no poder ver a la persona que te vende. Le llamó mucho la atención y le encantaron las almendras. Ahora, que no vivo allí, valoro mucho más esta encantadora ciudad.
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